domingo, 17 de enero de 2016

Venecia

Hoy he concluido un viaje irrepetible, y a pesar de la experiencia noto el sabor de haberlo hecho tremendamente solo. Recuerdo haber viajado desde que tengo uso de razón, siendo capaz de llevarme algo nuevo de cada sitio, ampliando mis conocimientos sobre el mundo y sus culturas. Viajar es conocer lo que uno vagamente es capaz de imaginar, andar por lugares grabando paso a paso todo lo que pueden percibir nuestros sentidos. 
He estado todos estos días forzándome a ver monumentos que se alzan majestuosos ante las impotentes miradas de los turistas. A deleitarme con esculturas y pinturas que escapan a toda razón de ser. He caminado kilómetros y kilómetros para encontrar rincones desconocidos y tranquilos donde poder alejarme del estrés. He creído ciegamente en la posibilidad de poder ver paisajes dignos de quitarle el aliento a cualquier persona, haciendo que uno se quede embobado ante las vistas. He intentado impregnarme del entorno, de las maravillas que estaban a mi alcance y aprender del legado de un pasado que aún perdura en el presente. Y a pesar de todo el esfuerzo he olvidado lo más importante: viajar es descubrirse a uno mismo haciendo todo aquello que le gusta.
Llevo mucho tiempo perdido, y jugando al pilla pilla por el fascinante laberinto que forman las calles de Venecia me he topado con la primera pista para reencontrarme. Con la última caricia del sol he recordado que no quiero ser una luz en decadencia.

Todavía tengo mucho camino por delante, no pienso apagarme.


viernes, 8 de enero de 2016

La manta.

"La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos. La estiras, la extiendes pero nunca es suficiente. La sacudes, le das patadas pero no llega a cubrirte. Y desde que llegamos llorando hasta que nos vamos muriendo, soló nos cubre la cara, mientras, gemimos, lloramos y gritamos."

La manta es como  una mentira que cubre el cuerpo con falsas esperanzas de calor. La descubre, la ahuyentas pero nunca se va. La verbalizas, la desprestigias pero siempre deja rastro. Y desde que la mencionamos hasta que admitimos el engaño, nos acoge en su morada, mientras soñamos, buscamos y nos decepcionamos al palpar el humo.

La mentira es como el resultado a desgana de un mal uso de la imaginación. Ésta te inspira, te inventa pero siempre cobra esfuerzo a cambio. La moldeas, la interiorizas pero siempre muestra en un espejismo inalcanzable lo que quieres. Y desde que la conocemos hasta que dejamos de creerla, nos lleva de la mano, descubriendo, experimentando y admitiendo lo que ansiamos ser.

La imaginación es la forma más bonita de comprender nuestro instinto a huir. Corres, gritas pero nunca puedes escapar. Abres puertas, encierras recuerdos pero siempre acabas siendo el preso mártir de tu pasado. Y es que desde que nos dibujamos alas para poder volar, nos desplumamos, cayendo, en picado, al infierno del que no se puede huir.

Creo que la manta sólo es una mentira muy poco imaginativa que nos ayuda a huir de la verdad.

martes, 5 de enero de 2016

Lo siento

Lo siento por quien aprendió a crecer sin preocuparse. A poder soñar sin limitaciones en su mente.
Lo siento por quien sintió el tacto cálido de una caricia y pudo responder a ella sin temor a sentir frío.
Lo siento por quien supo amar sin entenderlo, viviendo la sensación de ligereza que da sentirse enamorado.
Lo siento por quien entendió el amor y por quien aún sabiendo de qué va el juego no supo responder a ello.
Lo siento por quien vió morir ante sus ojos la ilusión. El funesto hedor que desprende un corazón tras el fogonazo.
Lo siento por quien fue en conjunto y se encontró solo y desorientado al salir de la arboleda.
Lo siento por quien tuvo miedo a no encontrar el calor que desprenden los besos, por quien creyó que querer es tarea del resto, sin ver el deseo de uno mismo en abrazarse.

Lo siento por quien pudo confiar un secreto. La adrenalina que se desprende al contar algo de valor incalculable.
Lo siento por quien supo valorar los actos, siendo capaz de encontrar en alguien el apoyo inquebrantable de un amigo.
Lo siento por quien se divirtió, saltó, gritó, rió y corrió hasta acabar con el cuerpo entumecido a causa del esfuerzo.
Lo siento por quien despertó de madrugada, pudiendo encontrar consuelo en el consejo de quien nos aporta.
Lo siento por quien perdió, y con la pérdida encontró el contacto helado de una mirada que no refleja nada.
Lo siento por quien forzó una sonrisa y reprimió el impulso de encontrar las palabras que contenían cada lágrima.
Lo siento por quien creyó y su intento se convirtió en desconfianza, impidiéndole ver más allá del sinfín de cordeles deshilachados que formaban los jirones de sus pensamientos.

Lo siento por quien ahora teme juntar su mente con sus sentimientos. Por quien tiene miedo a crear lazos con la gente a causa del recuerdo amargo que trae la decepción. Por quien quiere y no se atreve, por quien tiene y no puede sentir. Por quien sabe la verdad y prefiere vivir en el engaño.
Por quien no se atreve a guardar silencio, a dejar libre a quien vive dentro nuestro.


A quien comprenda, lo siento por mi.