Hoy me he despertado con ganas de escribir tristeza, de vomitar páginas y páginas de recuerdos impregnados con lo que me define. Teñir el día con una tonalidad doliente, poder ver con ojos nostálgicos a través de las ventanas. Mis pensamientos se niegan a ceder palabra.
Supongo que hoy no es día de estar taciturno, y lo triste sea no poder derramar ni una sola lágrima.
He ordenado el momento buscando las llaves que abran el lugar donde guardo motivos de alegría. Mi mente es una caja herméticamente asegurada, sin cerradura alguna que permita ceder información. Frenéticamente busco entre las secuelas de mi pasado con el fin de hallar la respuesta al acertijo de su abertura. La felicidad consiste en pararse a no pensar.
Supongo que por eso hoy tampoco es día de sentirse eufórico, y la alegría traza surcos con sus manos sobre otra piel.
He supuesto que a día de hoy todavía no sabría describir mis emociones, pero creo que dudar de cada cosa que supongo me hace saber con certeza cómo vivir el desorden de mis sentimientos.
