lunes, 30 de mayo de 2016

Casualidad

Siempre he pensado que mi vida ha sido fruto de una interminable cadena repleta de situaciones donde ha intervenido la mala suerte. Como todas, he tenido momentos de lucidez, paz y algo a lo que podríamos llamarle gloria. Pero nunca he creído que lo bueno iba conmigo.
Hay quien dice que la suerte va con Dios, un camino recto que te trae virtud, salud y amor. Otros hablan sobre el equilibrio: haz cosas buenas y recibirás lo mismo, por el contrario tus acciones serán castigadas por la misma ley que rige el mundo. Los más atrevidos siempre susurran que estoy solo en este mundo, que busque el beneficio propio sin importar el resto, ya que nadie lo hará nunca por mi. Comprendo la creencia, la bondad y el egoísmo. Me han seducido las palabras, he agradecido las caricias y me he quedado solo. He vivido, y mis ojos han visto siempre más llamativo el color del sufrimiento.

Un día conocí al conejo blanco. Con su mirada fija, obligándome a apartar la mía esperaba impasible a que reaccionara de alguna manera. Era tan tentadora la idea de seguirlo. Los ojos me escocían a causa del esfuerzo que hacía en intentar evitar mirar hacia ese lado. Sabía qué ocurriría si cedía al deseo, una tonalidad tan frágil y brillante debía tener espinas por algún lado, y mis manos ya estaban cansadas de inyectarse en vena decepciones. No actuar es siempre la mejor baza para resguardarse, a costa de la vida todo acto acaba pagándose. Por inusual que suene, aquella noche fue ella la que jugaba y yo su apuesta. Volví a casa cansado tras la fiesta, pensando en la decepcionante seguridad del desenlace.
Es curioso haber aprendido la frase "He aquí mi secreto, no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos" viendo primero una luz tras una grieta y luego recordando que tengo corazón. Nunca volví a ver al conejo, pero no pude hacerlo desaparecer de mis pensamientos. Caí totalmente en su trampa y durante un tiempo vagué dentro de un laberinto que se había instalado en mi mente. Cada vez que avanzaba algo caía haciendo un gran estruendo y me sentía menos sujeto al suelo. Era más ligero, me movía con mayor soltura y mi corazón se aceleraba. Sabía que faltaba poco para encontrar una salida y a pesar de la sensación tan agradable, era molesto saber que un paso en falso arruinaría un paseo tan enriquecedor. Giré la llave que me separaba de aquello que había estado buscando mi curiosidad y empujé todo lo fuerte que pude para apartar a un lado la puerta. Y me puse a llorar sin siquiera ser capaz de controlar mi respiración.
La sala, totalmente blanca, estaba vacía por completo. A cada lado tenía una figura en la misma posición que la mía. No pude reconocer quiénes eran, pero notaba en el ambiente que sentían la misma emoción que me había traído hasta allí, también el desconcierto posterior al ver qué se escondía tras la puerta.
Dos años más tarde continúo yendo a esa sala, siempre aparentemente vacía a simple vista. Y las dos personas con las que coincidí aquel día siguen acompañándome y ayudándome a darle al lugar una forma acorde a nosotros mismos como somos en ese instante.

Como anteriormente he dicho, no creía que lo bueno fuera conmigo y mi perspectiva de las cosas siempre tendía a tener bastantes pinceladas lóbregas. Soy el conjunto de todas las cosas que he vivido, y cómo he actuado frente a ellas. Muchos de esos años los he pasado con un niño llorica en mi interior que no entendía por qué muchas cosas acababan saliendo mal. El conformismo es el acto más cobarde que puede cometer una mente creativa. Y yo he sido un cobarde casi toda mi vida.
Tal vez fuera casualidad que un día un conejo blanco me hiciera mirar hacia delante y a su vez sentir que tenía delante dos mentes que también morían de ganas por vivir. Expresar lo que siento es lo que me hace más humano. He tenido miedo y lo he soltado, he sentido rabia y no he parado. Y he llorado impulsado por la pena y he actuado. Pero también me ilusiono, grito de alegría y desprendo lágrimas a carcajadas. También corro queriendo coger el primero un globo que se ha escapado. Bailo para alimentar la emoción que me produce la música, y bebo por el placer que me produce ver el mundo bailando a mi compás. Soy feliz y comparto lo que vivo con mi energía. Puedo sentir que hay algo bueno de cada cosa, y que lo malo siempre puedo intentar cambiarlo. Que puedo tener buena suerte si estoy dispuesto a progresar.
Podría ser casualidad que viera a dos personas esforzándose cada día en mejorar. Que sintieran alegría y se rebelaran del estrés con sus locuras. Que no fueran amargura, pero hubiesen aprendido a sentirla.
Es casualidad que me conocieran, que sintieran curiosidad. Que fuéramos misterio y que lo quisiéramos resolver. Que nos estancáramos, no avanzáramos más y con el tiempo lo volviéramos a intentar. Que haya aprendido a disfrutar con la mejor compañía con quien poder avanzar. Como anteriores veces, casualmente un día más bien cercano, puede que tardío, nos separemos de casualidad. Brindemos ahora por todo lo que nos une, pero no nos ata.

Creo en las casualidades, vosotras sois la que más me ha hecho creer en mi. Gracias por enseñarme que puedo expresar mi buena suerte, porque aunque suene a excusa, soy humano y vosotras también felicidad.

miércoles, 4 de mayo de 2016

La jaula.

"Arréglate, no puedes pretender que te vean así. Cuida tu imagen y tu cuerpo, pero no por ti, sino por poder integrarte correctamente. Tampoco te excedas, no vas a ningún evento demasiado importante. No vas a llamar la atención por tu delgadez. Y deja de intentar buscar apoyo por tener unos kilos de más, es repugnante. Tienes que conseguir atraer, de lo contrario nadie podrá quererte. 
Deja a un lado esos gustos, no son los adecuados para ti. Tienes que desear ésto, nada más. No has perdido el camino, te han comido la cabeza. Has nacido así, es ley natural, haz lo que es natural. No te desvíes. No llores o te harán sentir vergüenza. ¡Cállate! No tienes edad para sollozos. ¿Acaso quieres que crean que eres débil?
Trabaja en lo que sepas hacer, no en lo que te guste. Te hemos educado para que seas alguien útil, ni se te ocurra fallarnos ahora. Pero no te creas tanto por hacerlo como debes, cualquiera podría hacerlo igual o mejor que tú.
Te ama, es lo único que importa. Tienes que satisfacer sus necesidades, no puedes permitir que esté triste. Da igual a lo que renuncies, no puedes salirte de lo correcto. Amas, es lo único que importa. Dilo, demuéstralo, sé constante, no te rindas. Debe saber que amas, debe sentir lo mismo. No pares hasta conseguirlo, hazlo como sea. Te pertenece, porque es lo que sientes.
Eres diferente, acéptalo de una vez. No eres de aquí y lo saben, vales menos. No critiques, tus argumentos no son válidos. Tienen todo el derecho a tratarte como lo hacen. Sonríe y ríe sus gracias, acepta su desprecio. Podría ser mucho peor, no te quejes. Si no estás conforme vete, no queremos salvajes que alteren nuestro orden.
No te reveles, no hagas ruido. No desentones, no busques ser especial. No enseñes los dientes a quien te da la necesidad que te cubre a medias.
No te agazapes, no hay posibilidad de lucha. No corras, no existe ninguna salida. No escuches a quienes dicen que hay otras maneras de vivir. 
No pienses, no creas, no crezcas, no sientas, no seas."

Me tapé los oídos, cerré los ojos y grité. Grité desesperado hasta perder la conciencia.
Tiempo más tarde recobré el sentido. Me ardían los ojos, me pitaban los oídos, no tenía voz. Cuando al fin comprendí la necesidad de sentirme libre, noté de golpe la presión a la que estaba sometido. 
Y abrí las alas.

jueves, 24 de marzo de 2016

Correr, ¿pero a dónde?

Quietud.
Un silencio incómodo, unos ojos juzgándome. ¿Soy yo o es mi reflejo? Quiero romper el espejo, pero le tengo miedo al dolor.
Fuego.
La caótica luz de una vela dibujando mi silueta sobre una pared, ¿estoy encerrado? No puedo moverme y necesito salir.
Deseo.
Encontrar un recuerdo y hacerlo crecer. ¿Una vez fui lobo? Sigo sintiéndome libre, tan sólo he de limitarme a correr.


Correr, ¿pero a dónde? Soy un desconocido que busca su norte. 

domingo, 17 de enero de 2016

Venecia

Hoy he concluido un viaje irrepetible, y a pesar de la experiencia noto el sabor de haberlo hecho tremendamente solo. Recuerdo haber viajado desde que tengo uso de razón, siendo capaz de llevarme algo nuevo de cada sitio, ampliando mis conocimientos sobre el mundo y sus culturas. Viajar es conocer lo que uno vagamente es capaz de imaginar, andar por lugares grabando paso a paso todo lo que pueden percibir nuestros sentidos. 
He estado todos estos días forzándome a ver monumentos que se alzan majestuosos ante las impotentes miradas de los turistas. A deleitarme con esculturas y pinturas que escapan a toda razón de ser. He caminado kilómetros y kilómetros para encontrar rincones desconocidos y tranquilos donde poder alejarme del estrés. He creído ciegamente en la posibilidad de poder ver paisajes dignos de quitarle el aliento a cualquier persona, haciendo que uno se quede embobado ante las vistas. He intentado impregnarme del entorno, de las maravillas que estaban a mi alcance y aprender del legado de un pasado que aún perdura en el presente. Y a pesar de todo el esfuerzo he olvidado lo más importante: viajar es descubrirse a uno mismo haciendo todo aquello que le gusta.
Llevo mucho tiempo perdido, y jugando al pilla pilla por el fascinante laberinto que forman las calles de Venecia me he topado con la primera pista para reencontrarme. Con la última caricia del sol he recordado que no quiero ser una luz en decadencia.

Todavía tengo mucho camino por delante, no pienso apagarme.


viernes, 8 de enero de 2016

La manta.

"La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos. La estiras, la extiendes pero nunca es suficiente. La sacudes, le das patadas pero no llega a cubrirte. Y desde que llegamos llorando hasta que nos vamos muriendo, soló nos cubre la cara, mientras, gemimos, lloramos y gritamos."

La manta es como  una mentira que cubre el cuerpo con falsas esperanzas de calor. La descubre, la ahuyentas pero nunca se va. La verbalizas, la desprestigias pero siempre deja rastro. Y desde que la mencionamos hasta que admitimos el engaño, nos acoge en su morada, mientras soñamos, buscamos y nos decepcionamos al palpar el humo.

La mentira es como el resultado a desgana de un mal uso de la imaginación. Ésta te inspira, te inventa pero siempre cobra esfuerzo a cambio. La moldeas, la interiorizas pero siempre muestra en un espejismo inalcanzable lo que quieres. Y desde que la conocemos hasta que dejamos de creerla, nos lleva de la mano, descubriendo, experimentando y admitiendo lo que ansiamos ser.

La imaginación es la forma más bonita de comprender nuestro instinto a huir. Corres, gritas pero nunca puedes escapar. Abres puertas, encierras recuerdos pero siempre acabas siendo el preso mártir de tu pasado. Y es que desde que nos dibujamos alas para poder volar, nos desplumamos, cayendo, en picado, al infierno del que no se puede huir.

Creo que la manta sólo es una mentira muy poco imaginativa que nos ayuda a huir de la verdad.

martes, 5 de enero de 2016

Lo siento

Lo siento por quien aprendió a crecer sin preocuparse. A poder soñar sin limitaciones en su mente.
Lo siento por quien sintió el tacto cálido de una caricia y pudo responder a ella sin temor a sentir frío.
Lo siento por quien supo amar sin entenderlo, viviendo la sensación de ligereza que da sentirse enamorado.
Lo siento por quien entendió el amor y por quien aún sabiendo de qué va el juego no supo responder a ello.
Lo siento por quien vió morir ante sus ojos la ilusión. El funesto hedor que desprende un corazón tras el fogonazo.
Lo siento por quien fue en conjunto y se encontró solo y desorientado al salir de la arboleda.
Lo siento por quien tuvo miedo a no encontrar el calor que desprenden los besos, por quien creyó que querer es tarea del resto, sin ver el deseo de uno mismo en abrazarse.

Lo siento por quien pudo confiar un secreto. La adrenalina que se desprende al contar algo de valor incalculable.
Lo siento por quien supo valorar los actos, siendo capaz de encontrar en alguien el apoyo inquebrantable de un amigo.
Lo siento por quien se divirtió, saltó, gritó, rió y corrió hasta acabar con el cuerpo entumecido a causa del esfuerzo.
Lo siento por quien despertó de madrugada, pudiendo encontrar consuelo en el consejo de quien nos aporta.
Lo siento por quien perdió, y con la pérdida encontró el contacto helado de una mirada que no refleja nada.
Lo siento por quien forzó una sonrisa y reprimió el impulso de encontrar las palabras que contenían cada lágrima.
Lo siento por quien creyó y su intento se convirtió en desconfianza, impidiéndole ver más allá del sinfín de cordeles deshilachados que formaban los jirones de sus pensamientos.

Lo siento por quien ahora teme juntar su mente con sus sentimientos. Por quien tiene miedo a crear lazos con la gente a causa del recuerdo amargo que trae la decepción. Por quien quiere y no se atreve, por quien tiene y no puede sentir. Por quien sabe la verdad y prefiere vivir en el engaño.
Por quien no se atreve a guardar silencio, a dejar libre a quien vive dentro nuestro.


A quien comprenda, lo siento por mi.

jueves, 29 de octubre de 2015

Huésped

Del llanto de unos ojos que confundo con los míos se desprenden lágrimas que reflejan un cuerpo volviéndose de espaldas. Miro por la ventana, sólo encontrará desesperanza más allá del exterior de esta cabaña. Detrás mío noto cómo con cada pisada sus pies descalzos rasgan su piel y un recuerdo en mi interior. Se lleva únicamente el silencio consigo, dejando un ruido inexistente en el ambiente. La habitación estará algo más destartalada, sabré lidiar con ello. Sin decir adiós abre la puerta, dejando entrar a los copos de nieve que se disponían a adornar un nuevo hogar. El aire cálido del espacio deshace sus formas, amainando sus deseos de enseñanza. La figura gira el rostro una última vez, esperando con la mano tendida a que agarre la suya. Momentos después cierra la puerta y comienza a andar en dirección hacia ninguna parte, completamente desnudo, siendo abrazada por nieve y viento.

Dejo de notar la cálida temperatura del entorno, mi cuerpo se entumece. Dejo de oír, dejo de oler, dejo de sentir más allá del miedo. La habitación se abalanza sobre mi, asfixiándome, impidiéndome pensar con claridad. Presa del pánico corro hacia la puerta. Necesito huír de la nada, necesito desprenderme del vacío que se ha instalado en mi.

Ahora nieva con más fuerza, creando un manto que me impide ver más allá de donde alcanzan las puntas de mis dedos. Me quedo inmóvil, sabiendo que donde estoy ya no existe más que la cáscara deshabitada de una ilusión que desistió de convencerme. Explotan las bombillas, se enciende el fuego detrás mío.Todo a mi alrededor comienza a arder. Cierro los ojos y me consumo.


Miro hacia delante, no hay camino. Tan sólo existe blanco y piedra, y el temor de volver a caminar.
Quién soy, noto los pies fríos.